en el espejo
veo mi cadáver
huesos que cubrirá
un musgo de eternidades
el brillo de insectos
en lo oscuro moviéndose
al unísono de un murmullo
subterráneo
en mis manos sostengo
la última luz
la llama de la vela
va a apagarse
y va a dejarme a solas
con el espejo mortal
pero no tengo miedo
aquí nada tiembla,
mis recuerdos no
perturban esta soledad
la cera se derrite
-charco caliente
en la palma
de mis manos
ahora sí:
el fuego se ha marchado
extiendo la mano hacia
el espejo
el cristal resulta ser agua
todo está frío
en el otro lado
sumerjo ambas manos
sumerjo mis brazos
me sumerjo entera
me dejo caer
en la ingrávida
espera
aquí alguien me susurra:
la muerte no es una tumba
en la muerte floto
y me convierto en muchas.
© Virginia Marín