¿Qué decir, si siempre me sentí huérfana?
Mi familia está hecha de soledad y ausencia.
Crecí en un hogar construido sobre el silencio.
Así que me mudé al lugar en el que siempre he deseado vivir: inundé las calles de la ciudad para convertirlas en rías y canales de agua salada y allí, en los límites del territorio urbanizado donde desaparecía el asfalto, extendí el horizonte infinito del mar.
Yo jugaba a soñar lo más amado. Jugaba a salvar delfines y orcas heridas, rescataba a esos animales varados para ayudarlos a volver a casa.
Esa es la niña que fui. Los cetáceos me salvaron a mí del naufragio de mi soledad.
© Virginia Marín