Libre y salvaje

I

Había luz bajo la mirada dulce de la sombra de los robles. Había un eco dibujado en el agua, abriendo sus alas de pájaro en nuestra piel desplumada. Había voces de viento y bosque. Raíces y piedras guardando sus secretos, un hogar de helechos. Verde enredándose en nuestra pisadas.

II

Seguimos las pisadas del río. Voz de bosque resonando contra la roca. Las mariposas tejían sueños en el mediodía de los helechos. Y el bosque se hacía aún más inmenso, más primigenio; un mar de raíces. Allí, en esa inmensidad nosotras fuimos peregrinas guiadas por las plumas del espíritu del búho y el halcón que surca el cielo: hacia el corazón de la montaña, hacia el tejo inivisible que aún aguarda, algún día, nuestra llegada.

III

Y ahora reordeno los recuerdos en mi memoria, respiro y siento el poso que la pureza dejó en mí. Mis pulmones añoran, mis ojos anhelan: el agua clara, el vuelo salvaje, la luz indómita, las hojas trémulas. Pero la semilla anidó en mis manos. Ahora sí, siento que el verano ha empezado a tejer un bosque nuevo entre mis ramas.

© Virginia Marín

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