He venido a través de las imágenes especulares de tus sueños a traerte tus huesos, largo tiempo olvidados en el desierto.
Con la reverberación de esa voz anónima me adentré en los laberintos del sueño en busca de algo que no sabía entonces qué era. Caminé por un bosque, escapando de las sombras que atormentaban mi alma, buscando siempre los claros plateados de luna. Seguí el lejano aullido de un lobo y desconfié de la mirada de un desconocido sin rostro y sin edad, sentado a los pies de un árbol centenario. Llegué a un claro tan vasto que parecía un desierto. Miré al cielo estrellado y me pareció que las constelaciones me hablaban y no pude entenderlas.
Seguí el rastro de unas huellas, que eran las mías propias, hasta que se hizo de día y encontré un río de aguas claras. Mis ojos abiertos fueron al encuentro de su reflejo pero entonces el río se convirtió en espejo roto y vi fragmentos del desierto y del bosque nocturno. Alcé la vista y en la otra orilla me vi a mí misma, muda y absorta como una sonámbula, adentrándome en las aguas, que tornaban en gris. En la lejanía, en esa otra orilla, un humo negro se elevaba por encima de las copas de los árboles.
Crucé el río sin dejarme arrastrar y antes de llegar a la orilla me encontré con la sonámbula, que ahora ya no tenía mi rostro sino uno ajeno y que ya no era sonámbula sino suicida. Eché a andar por esa orilla mientras la ahogada se alejaba triste y silenciosa por las aguas, como una Ofelia sin flores.
© Brooke Shaden Photography
De nuevo apareció un bosque ante mí. Vi una casa blanca. Ya no vivía nadie. Los recuerdos se hicieron insoportables, como murmullos que no cesan. Le prendí fuego y la casa blanca empezó a desaparecer.
Se me ocurrió volver al río y hacerme amiga de la sonámbula/ suicida para curar mi soledad pero entonces pensé que ya estaría muy lejos de allí. Me quedé viendo arder la casa, hipnotizada por sus llamas.
De pronto mi garganta se llenó del sabor indescriptible del arrepentimiento: noté que un nudo más fuerte que la culpa me dejaba muda y me impedía gritar. Entré en la casa buscando aquello que nunca debí haber quemado…pero no lo encontraba. Miré al techo, ahora inexistente, y vi un montón de pájaros en llamas que escapaban de sus jaulas hacia un cielo incierto. Me di cuenta de que mi propia jaula se volvía fuego.
Quise regresar al río pero no podía correr. Las llamas hacían arder mi miedo en desesperación. Y, sin embargo, de pronto todo se inundó de un agua gélida y asfixiante, y yo volví a ser la suicida. La gravedad de las piedras me alejaba más y más del aire y me empujaba al fondo, cada vez más abajo…
Cuando todo acabó encontré, blancos, entre la ceniza de la casa, mis huesos.
© Virginia Marín
Octubre 2015
Bellísimo y desgarra, me encanta. Gracias!
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Muchísimas gracias por tus palabras, Clara!! Me alegro de que te llegue este relato💜
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Tienes el don de traspasar con tus palabras tu esencia,de tu alma a otra alma,a mí alma…no dejes nunca de hacerlo!
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Para mí tus palabras siempre tienen el don de emocionarme y me hacen sentir muy afortunada de recibirlas, alma bella!! 💜
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¡Me ha encantado, Virginia! Había leído algunos de los poemas que publicas en IG, pero no sabía que tenías un blog. Me gusta mucho tu manera de escribir, incluso tu prosa es poética. A medida que lo leía se mezclaban las sensaciones de desasosiego y de calma, iba de la una a la otra. El cierre es espectacular, un final totalmente inesperado. Maravilloso, de verdad.
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Qué bonito todo lo que te ha transmitido, Lena!! Para mí también este relato es una tensión constante entre emociones, llevándote dentro y fuera del río con el ritmo de una sonámbula por la irrealidad neblinosa del sueño a ese final tan «sólido»… Agradecidísima de que me lo hayas compartido 😊💜💜
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No se cómo lo habrás conseguido, pero este es uno de esos relatos que se te clavan bien hondo en la cabeza. Me lo leí hace dos días, y ¡todavía me tienes pensando en tus huesos blancos tirados entre las cenizas!
¡Un besito! 🙂
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Cómo me alegro de que la historia se haya quedado contigo, Melanie! 😀 Gracias por tu apoyo y tus palabras tan bonitas 💜💜
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Qué maravilla volver a leerlo. Ahora veo otras cosas, como siempre pasa en la poesía, que cada vez que vuelves encuentras algo diferente. Me encantan los símbolos del agua y el fuego, dualidad alquímica por excelencia! Me parece una pasada simbólicamente y poéticamente hablando. Y me encantan también los elementos siniestros, como el hombre sin rostro y sin edad. Se me despiertan voces y sonidos misteriosos dentro de mí al leer este cuento. Gracias por crear esta magia que enciende la magia en otras almas 🙂
Un abrazo, bella (al fin me pude sentar tranquilamente a leerte!)
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Cómo me alegro de que te haya vuelto a transmitir cosas tan especiales! 😀 Sí, a mí también me intriga el hombre «sin rostro y sin edad», hay imágenes en los sueños que no llegamos a descifrar… Muchas gracias a ti, preciosa, por tus palabras, tu apoyo y, sobre todo, por compartirme tu mirada de este relato de fuego y agua 💜💜
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