Todas aquellas voces
Que ardieron en la hoguera.
Soy todos los huesos ennegrecidos
Por la tierra con la que quisieron
Cubrirlas de olvido.
Los pulmones que ahogaron,
La sangre que les arrebataron
De un cuerpo mutilado.
Soy la locura de la condenada
Al aislamiento.
Soy la que murió por rebelarse
Y a la que asesinaron sumisa.
En mí reconozco a todas
Cuando me veo en ese espejo
Destrozado contra el suelo,
Sangrando en la noche
Sin que nadie lo mire.
En mi vientre la historia
De todas ellas es la de todas nosotras.
Y de las que serán.
Y mi historia resuena en la de todas vosotras.
La luna se mira en nuestros cristales rotos;
-ella no aparta la mirada-
Nos habla con su voz de ancestra mostrándonos
El hilo que teje entre nosotras de vientre a vientre.
La sangre y la luna guardan nuestras memorias
Y en el fondo mismo de ellas yace nuestra voz,
Aquella voz fiera, auténtica, valiente, temblorosa,
Desgarrada… una voz que ha conocido la jaula
Y la muerte y la pena callada y el juicio despiadado
Y la violencia del fuego, de la palabra que es veneno,
Del sexo que es miedo, del silencio que es condena.
Aquí está, esa voz, a pesar de todo.
© Virginia Marín