La voz de mis ancestras

Alejandra, Alfonsina, Sylvia, Virginia. Son las suicidas que habitan mi sangre.

De Alejandra heredé la angustia vital como pájaro desgarrado que le prende fuego a las jaulas.

De Alfonsina, el vínculo con el mar hasta su último aliento.

De Sylvia el dolor de las heridas cotidianas que asfixian lentamente el alma.

De Virginia heredé el nombre.

Ellas, las suicidas, son una parte de mí. Funden su voz trágica en la mía. Todas ellas eligieron marcharse con la Muerte. A mí la Muerte me eligió para abrir la jaula de mi voz.

La muerte estaba agazapada en la orilla del mar, en los pulmones de agua de mi abuela. El mar fue el escenario donde conocí a la Muerte. El verano donde se ahogaron mis últimas flores de infancia.

De los 9 a los 17 viví en un limbo, entre dos mundos, sin querer mirarle a la Muerte a los ojos. Y, de pronto, a los 17 me vi sosteniéndola en mis brazos apenas un mes después del viaje definitivo de mi abuela ahogada. Era un animalito, una pequeña gata que acababa de venir al mundo, del mismo color gris del cielo del Norte.

A la Muerte una no la niega porque si no llama más fuerte a la puerta. Hasta terminar cavando una tumba con las propias manos, meciendo con mis plegarias el corazón que se ha extinguido. Y de nuevo las olas del mar en el horizonte, entre velos de lágrimas que no cesan.

Había cuervos acompañando mi duelo. Con sus alas negras arropaban mi herida, mi río de sangre.

Ahora sí. Aquel fue el verano, 8 años después, en que me convertí en la mitad de Perséfone que me faltaba. Ya no me resistí. Le sostuve la mirada a la Muerte; mis ojos negros ahora eran alas de cuervo. Mi alma se miró en el espejo de las suicidas. Alejandra, Alfonsina, Sylvia, Virginia. Y muchas más. Un río de voces ahogándose en mi garganta… hasta que la catarsis al fin llegó a la punta de mis dedos, manchó de tinta la página en blanco y mi útero de sangre, una luna más.

Había descubierto, aún sin saberlo, la canción de mis ancestras.

Mi Lilith en Piscis, matriarcado de agua.

Ellas, antes que yo, escribieron.

Ellas, antes incluso de que yo lo supiera, me prestaron su voz, me la ofrecieron como espejo. Alumbraron mis años de silencio, mis flores bajo tierra, mi perpetuo frío invernal.

Ellas han sido mi aliento y mi luz en los años que pasé en el exilio de la primavera; ellas: rotas, oscuras, heridas, con sus destellos de locura.

A los 27 he empezado a honrar mi vida, porque yo también fui una suicida.

© Virginia Marín


Let the only sound
Be the over flow
Pockets full of stones

2 comentarios en “La voz de mis ancestras

  1. Qué belleza, Virginia, abrirte en canal a que la Muerte queme la jaula de tu voz. Me siento honrada de vivir este proceso contigo, de verte sacar tu voz cada vez más firme y llena de luciérnagas, constelando tu Perséfone cada vez más entera y más plena. Y gracias también porque esto me ayuda a reconocer en mi sangre también a otras mujeres que me inspiran desde la muerte para ayudar a alumbrar mi vida.
    Gracias por compartirte desde lo más íntimo. Sigue mostrándote, por favor 🙂
    Feliz Samhain y te quiero mucho, a ti, a tu voz y a las mujeres que habitan tu sangre

    Le gusta a 1 persona

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