El otoño llegó muchas vidas atrás. Removiendo polvo de ancestros y memorias guardadas en los huesos. Cada año se desentierra la línea del tiempo y afloran los espectros. Tienen voz, forma y sombras en el umbral de lo onírico.
Perséfone ha iniciado el descenso a su hogar subterráneo. Atrás quedan los narcisos que incubó la primavera junto al río, las promesas de plenitud del verano con sus noches estrelladas… Ahora es la soledad de los árboles, espejismos de cementerio, manos vacías que van acumulando hojas secas.
Perséfone ha bajado a hablar con los muertos. A encender el fuego en el umbral para que puedan ser vistos y sus susurros se alcen con el crepitar de la hoguera. Tiempo de escucha, tiempo de recogimiento. La oscuridad no le asusta; Perséfone la mira de frente, conversa con ella, la vive y la canta en sus huesos de otoño. Porque la oscuridad es el heraldo de la luz, la certeza de que la crisálida siempre gesta una nueva mariposa.
© Virginia Marín
© Fotografía: Elena Díaz Martínez
Año 2015