El lenguaje del espejo roto

Estoy rehabitándome mis heridas, las lejanas noches del pasado que conforman mi decálogo de cicatrices; mi corazón es de fácil sangrado, se rompe como los espejos y luego me lleva tanto tiempo recoger cada cristal… Inevitablemente se me clavan en las manos, no hay cura sin dolor. Es un proceso lento, de búsqueda minuciosa, para recuperar todos los fragmentos esparcidos. Y no basta con encontrarlos. Es preciso mirarlos, cara a cara, sin que te tiemblen los párpados, sin retirar la mirada.

Y de vez en cuando me resguardo en mi silencio y me retiro del mundo. Porque se me hace muy insoportable el peso de la incomprensión. Mi propósito para las metamorfosis que estoy gestando es traducirme menos y cantar con la fuerza de mis dos pulmones como alas en mi propio idioma… ese que está inundado de océanos y del misterio de las estrellas, ese que corre libre entre los caballos salvajes y admira el vuelo de los halcones sobre los acantilados; el idioma del viento que mece las flores en la noche y comprende, sin palabras, la herida de los ojos que me devuelven la mirada…

©Virginia Parra Marín

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