Un pulso herido

Porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja,

pero sí un pulso herido que sonda las cosas del otro lado

Federico García Lorca

A la voz de Lorca la enterraron muy hondo, en algún lugar invisible de Granada rodeado de olivares y caminos de tierra. Pero como un eco que no muere, su voz sigue reverberando con su belleza, su clamor ante las injusticias, su rebeldía, su duende, su desgarro y su enigmática lucidez premonitoria. Hubo tantas metamorfosis en su poesía a lo largo de su breve vida que leerle es como mirar a través de un caleidoscopio. Su arte siempre será bálsamo y santuario al que acudir con el alma hecha pedazos, «a sondar las cosas del otro lado»…

Yo denuncio a toda la gente

que ignora la otra mitad,

la mitad irredimible

que levanta sus montes de cemento

donde laten los corazones

de los animalitos que se olvidan

y donde caeremos todos

en la última fiesta de los taladros.

Os escupo en la cara.

New York. Oficina y denuncia

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