Donde cantan las ballenas es la casa que habito. Ese hogar del alma al que uno ha de volver cuando se pierde. Yo, como los cetáceos, a menudo varo en orillas desconocidas y necesito volver a encontrar mi norte…
Siendo muy niña recuerdo tener un pensamiento extraño y un tanto místico, pero lleno de lucidez e inexplicable certeza: antes de nacer mi vida tuvo lugar en el océano y mi familia eran los delfines. Sin que nadie en mi «familia humana» me inculcara ese amor a los cetáceos, yo echaba de menos volver al mar. Viviendo en un desierto como es Madrid, mi añoranza me convirtió en una niña muy melancólica.
A veces no es fácil encontrarse; ni siquiera para una misma: es preciso bucear sin miedo en un océano muy profundo de claroscuros. Las palabras son la llave a ese laberinto casi inexpugnable; allí es posible el entendimiento, dejando que la poesía se filtre hasta el fondo de nuestro universo emocional y provoque una reacción, un estallido de empatía, una catarsis tal vez. La poesía es ese lugar donde se exorcizan mis demonios y se recompen mis pedacitos rotos. Donde me quemo en la hoguera del fénix y resurjo de cenizas nuevas.
En las palabras encuentro mi refugio, sin ellas me ahogaría. Son el puente que nos une y nos salva de la soledad.
‘Donde cantan las ballenas’ es mi santuario personal, mi forma de honrar esa comunicación a través de la poesía y el arte; deseo que sea un lugar de encuentro y bálsamo también para vosotros. Abro las puertas de este santuario. Gracias por acompañarme.
Bienvenidos 🤍
And it’s peaceful in the deep/ Cathedral where you cannot breathe/ No need to pray/ No need to speak (…) The arms of the ocean are carrying me
Florence Welch (Never let me go )
© Virginia P. Marín